Por Héctor Trejo S. Columnista de Radiografía Informativa.
El cine japonés tan ceremonioso y analítico, despide relatos llenos sentimentalismo, pero con una tremenda dosis de realismo y destellos de crudeza, como podemos observar en “Un asunto de familia” (Manbiki Kazoku), al más reciente filme de Hirokazu Kore-eda, que por cierto está nominado al Oscar como Mejor Película de Habla No Inglesa, categoría en la que por cierto, compite con “Roma” de Alfonso Cuarón”.
La historia se centra en la vida de una familia que adolece de recursos y vive entre la carencia y la inmundicia, pero por azares del destino reciben a una nueva integrante, Yuri (Sasaki Miyu), una pequeña niña que se encuentra desamparada en la calle, a quien la madre (Ando Sakura) de inicio no acepta, pero de a poco se va adueñando de su cariño.
El padre Osomu (Lily Franky) es un ladrón de mediana categoría, aunque oculta su oficio con el de albañil, pues trabaja para una construcción, donde gana un poco de dinero, sin embargo intenta entregar su amor a todo su núcleo familiar, aunque el pequeño Shota (Jyo Kairi), el niño de la familia, ha aprendido de su padre el oficio familiar y se dedica a robar en tiendas de autoservicio.
Sin convertirse en un sermón, el argumento llega al esperado momento en que el niño cae en los brazos de la ley y se desatan una serie de acontecimientos que desembocan en la imaginable destrucción familiar, que rompe con la cadencia en la que durante un buen rato cae la cinta.
El filme obliga al espectador a reflexionar sobre aspectos tan comunes como la adopción entre personas de bajos recursos, pero igualmente nos lleva a considerar la dinámica bajo la que convivimos en el núcleo familiar y los roles que cada quien interpretamos.
En cuanto a la estética visual, un aspecto relevante de casi todas las cintas orientales que llegan a nuestro país, “Un asunto de familia” no queda a deber, a pesar de que la cámara retrata espacios desordenados y mayormente pequeños, cuando se sale de ese discurso visual, nos deja perfectamente clara la calidad artística de Ryuto Kondo, su director de fotografía.
En suma, un filme de esos que nos permiten ver el entorno de una manera diferente y por ende resulta recomendable, al grado de que vale la pena analizarlo a detalle en una buena charla de café o cerveza con los amigos o la familia.
Sólo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico [email protected] o sígame en mis redes sociales “CinematografoCeroCuatro” en Facebook y “Cinematgrafo04” (sin la “ó”) en Twitter.